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Más Productividad: Cómo Dejar de Ser Perezoso y Hacer lo Que Debes

escrito por  David Cantone

¿Os habéis dado cuenta que lo que más cuesta, en todo lo que os podáis imaginar, es empezar a moverse? Lo que más cuesta en esta vida es empezar a hacer algo, una vez logras ponerte en movimiento ya poco a poco todo va rodado. Esto es así para todo lo que implique alguna clase de esfuerzo: el trabajar, el estudiar, el hacer ejercicio, el entrenar, el ser creativo, la escribir, el dibujar y, cómo no, el reflexionar. Esto es tan cierto como que ahora mismo estoy escuchando un tema de Harold Budd.

Sí David pero no me dices nada nuevo, eso ya lo sabía yo”, puedes pensar. Pues sí que seguramente lo sabías pero a veces tiene que venir otra persona a decirte las cosas para que tomes consciencia de ellas y apliques lo aprendido a tu vida. A mí me pasa continuamente, por eso leo y releo siempre los mismos libros una y otra vez, para que me refresquen la memoria de lo que realmente importa.

Algunos Ejemplos y Metáforas que Te Ayudarán a Verlo Más Claro

1. El Cohete

El cohete se despega del suelo y vence a la fuerza de la gravedad por la expulsión rápida de gases de combustión. La cantidad de energía que es necesaria para que el cohete despegue es enorme. Ahora bien, una vez coge velocidad y alcanza una altitud suficiente la cantidad de energía necesaria para que continúe subiendo es mucho menor. Al final, ya en el espacio, apenas necesita energía para desplazarse.

2. La Motocicleta Vieja del Garaje

En el garaje de casa hay una motocicleta vieja de esas que necesitas encenderlas con el pie. ¿Os acordáis? Menudo suplicio. A veces te puedes tirar diez minutos dándole a la palanca hasta que finalmente la motocicleta se digna a despertar. Una vez encendida ya empieza a moverse con el simple giro de mi muñeca, pero como aún está fría hace ruidos extraños y parece que no se decida a seguir con su marcha. Finalmente, con el motor ya calentito logra coger la velocidad de crucero y todo fluye como la seda.

¿Sí todo muy bonito pero de qué me sirve a mí eso? Simplemente te sirve para ver gráficamente lo que nos ocurre a todos nosotros cuando tratamos de hacer una tarea que implica un esfuerzo por nuestra parte. Nuestro cuerpo por naturaleza tiende a la pereza. Cuanto menos se usa una cosa antes se oxida y cuanto más oxidada esté más difícil será que recupere su predisposición a trabajar. Para que la máquina funcione adecuadamente tiene que estar debidamente engrasada. Nosotros, como la vieja moto del relato, cuanto más tiempo permanecemos inactivos más nos constará después arrancar y hacer lo que tengamos asignado para ese día. Cuando afrontamos una tarea que implica esfuerzo tenemos que vencer, como el cohete hace con la fuerza de la gravedad, la resistencia que nuestro cuerpo y nuestra mente perezosa nos crean.

Y he aquí la pregunta clave:

¿Cómo lo hago para empezar una tarea que implique un esfuerzo por mi parte?

Deja Tu Mente en Blanco y Salta al Ruedo

¿Crees que los toreros saldrías al ruedo si se comieran demasiado la cabeza sobre las consecuencias? No, simplemente dejan la mente en blanco, se concentran en el “ahora” y salen sin mirar atrás. El mismo cuento es el que nos hemos de aplicar nosotros. Cuando haya una tarea que nos agobie empezar a hacerla tan sólo tenemos que relajarnos, dejar la mente en blanco sin pensar demasiado en todo lo que la rodea y, por último, ponerse manos a la obra. Es importante la idea de estar presente en el “ahora”, no mirar hacia adelante en el tiempo (pensar en “qué pasaría si…”) ni hacerlo hacia atrás (pensar en cosas que ya han pasado).

Dedica Toda la Energía Necesaria Hasta que Cojas la Velocidad de Crucero

Es al principio, justo cuando empiezas la tarea (los primeros 15-30 minutos), cuando más resistencia encontrarás de tu cuerpo y mente para seguir con ella. Así que será entonces cuando necesitarás emplear una mayor cantidad de energía y concentración para evitar que se te fastidie el invento. Si paras justo cuando empiezas o pierdes concentración estarás sentenciado. Así que ponte la cinta en la cabeza y, por lo menos durante los primeros treinta minutos de actividad, esfuérzate por dar el 100% de tus posibilidades. Verás como al principio, al igual que le pasaba a la vieja moto, te costara avanzar con seguridad. Que no te desanime ver que no entiendes lo que lees, que las piernas no te responden o lo que sea que te pase, eso es tan sólo un síntoma de que tu motor aún está frío. Cuando hayan pasado esos 30 minutos de rigor cogerás la velocidad de crucero y todo irá, y nunca mejor dicho, rodado.

Mantén la Velocidad de Crucero Tanto Tiempo Como Puedas

Conseguida la velocidad de crucero deseada, todo parece que se hace más fácil ¿verdad? Apenas destinas energía y todo funciona correctamente. Pero no la vayamos a fastidiar ahora. Nuestro objetivo es conseguir estar en velocidad de crucero cuanto más tiempo mejor. Mi recomendación es que de vez en cuando (cada hora u hora y media) hagas una pequeña pausa de no más de 15 minutos, no querrás que se te cale la moto ¿verdad? Si alargas demasiado tu pausa cuando quieras retomar tu actividad desde donde la habías dejado te será muy costoso coger la velocidad de crucero nuevamente y corres el riesgo de sucumbir ante la resistencia de  tu perezoso “yo”. Si por lo que fuera te ocurriese eso tendrás que volver a empezar aplicando los consejos que arriba te he explicado.

¿Sencillo? Sí ¿Dificultoso? También. Pero si sigues los consejos que arriba te he dado nunca más habrá tarea que se te resista. Enséñale a tu perezoso “yo” quien manda aquí.

¿Y tú qué opinas? ¿Te ocurre como a mí que lo que más me cuesta es arrancar? ¿Cómo combates tú esa resistencia de tu “yo” perezoso?

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